Que decía que veía Cacaolat y hasta la de Tarradellas.
Venía delirante, desacompasado, extasíado, incrédulo y sobre todo pálido, después de lo que le parecieron tantas horas viendo en pantalla Starship Troopers y negando mentalmente la evidencia. Pensaba en aquella pobre cabra montesa; inerte transportada con las patejas colgando bajo las garras del asesino. Recordaba la escena narrada por Félix Rodriguez de la Fuente de tan trágico final visual como auditivo; moría la cabra al deliberadamente impactar contra las rocas y en la singular voz aquello de ‘escamocha su presa’. Tal y como lo recuerda, bien podía ser aquel ave de hierro el protagonista de las noticias. Pero no dirían’escamochar’ palabra caída en desuso a merced de impactar, chocar, precipitar contra, caer etc. Qué más da. Al hilo de aquello pensó que la expresión ‘estar como una cabra’ planteaba una merecida nueva dimensión. Podría responder a la locura ante la muerte, en tal caso, pocas cosas le parecían más coherentes que perder la cordura. La nueva escala que ofrecía la perspectiva permitió que observara más detalladamente la estampa que distaba de pizzas y batidos. Qué mala es la imaginación.
¿A quién se le ocurre poner una de naves estrellándose en un avión?
(Escribe para superar turbulencias en 2010.
Qué malo es pensar que te matas.)